Falleció "Polo" Román, el ex Chalchalero que inició su carrera en Metán

Eduardo "Polo" Román falleció esta tarde en Mar del Plata donde se encontraba internado desde hace varios días. Fue integrante de los Chalchaleros y sus inicios en la música tiene sus orígenes en nuestra ciudad donde estuvo viviendo y formó parte de "Los puesteros de Yatasto".

PAIS17/11/2020 Redacción
polo roman
Polo Román falleció esta tarde

Eduardo Polo Román habla con la misma cadencia con la que canta y a través de su relato, cargado de detalles y recuerdos, invita a recorrer su vida. Su Cafayate natal, su debut con Los Chalchaleros, su final, su amor por la música nativa y su nuevo espectáculo: todo lo cuenta y lo repasa como si fuera la primera vez. Antes de su presentación junto a Raúl Barboza en la peña El Cielito el sábado a las 21 con “Si de Folclore se trata… Un homenaje a nuestra música popular”, Polo charló con El Eco de Tandil.

-¿Recuerda cuándo supo que su vida iba a estar ligada a la música?
-Lo mío es muy sorpresivo. Mi padre vino de España en el año 20, y cantaba muy lindo. Con mis hermanos, que eran cuatro, cantábamos un poco de todo. Ya en la primaria me elegían para cantar en las fiestas patrias. Recuerdo que había otro muchacho que también cantaba, y era una competencia, pero siempre ganaba yo y este muchacho como que me tenía un poquito de rabia. Así que empecé a cantar cosas del colegio. Vivíamos en Cafayate, un pueblito vitivinícola muy lindo por el clima, por la gente, por su cielo azul. En el secundario también cantaba en los actos. Nos habíamos mudado a Metán, y allí uno de mis hermanos fundó un grupo de música nativa que se llamaba Los Puesteros de Yatasto.

-¿Ese fue su primer grupo?
-Sí. Mi hermano me incorporó a ese conjunto. Empezamos a prepararnos, y yo no tocaba ningún instrumento. Lo mío fue siempre la garganta y cantar, pero mi hermano me tenía loco con que aprenda algo, que “estás parado ahí con la mano en los bolsillos”, decía. Al final un día toqué un bombo que me prestaron. No era fácil, pero yo le metí nomás porque soy medio caradura. Ahí empecé con la percusión.

-¿Le costó aprender?
-El primer bombo no era mío, me lo prestó un muchacho en Metán. Era muy pesado, de los que te hacen doler un poquito el hombro si no estás acostumbrado. Yo no tenía idea de eso, lo único que hice fue llevar el ritmo de la canción y cantar mí parte. Toqué el bombo cada vez un poquito más ágil, y fui aprendiendo. Me daba placer tocarlo. Quedamos en el conjunto con el bombo. Después me tocó hacer el servicio militar y me tuve que ir. Cuando volví estuve en el grupo poco tiempo porque había que hacer algo positivo en la vida. Rendí un examen y entré a trabajar al Banco de la Nación. Tenía 21 o 22 años.

-¿Cómo volvió a la música?
-Un día este conjunto se fue de viaje, y yo fui con ellos. Nos llevó el embajador argentino en Venezuela, que era de Salta, a mostrar nuestra música a Caracas y a otros lugares de ese país. Estuvimos allí como un mes y medio. Fue una gran experiencia. Cuando volvimos, en Buenos Aires, pasé por una telefónica para llamar a mis padres y vi en la calle un afiche de un color celeste oscuro con letras negras que decía “Los Chalchaleros, Ariel Ramírez, Jaime Torres, Jorge Cafrune, Los Huanca Hua y Zitarrosa”. ¡No sabés! un equipo de gente maravillosa que hacia música nativa. Miré bien el teatro en el que iban a estar, que era el Odeón, y fui a saludar a Juan Carlos Saravia.

-¿Lo conocía?
-El gordo Saravia coincidentemente fue con mi hermano mayor al colegio en Salta, y tenían una amistad. Ahí le cuento que estaba con “Los Puesteros”. Estaba también Zambrano, uno de Los Chalchaleros que llevaba muchísimo tiempo con ellos y que tocaba el bombo. Zambrano me invitó a dormir en su casa porque yo estaba en un hotelito de segunda o de tercera. En su casa, apenas llegamos, me comentó que quería ir a Salta, que estaba muy cansado y que estar sin la familia era duro. Me preguntó si me animaba a entrar a cantar a Los Chalchaleros. Yo no podía creer lo que estaba escuchando, y no pude dormir en toda la noche pensando en lo hermoso que sería estar con Los Chalchaleros. Al día siguiente me levanté muy temprano y me fui a la casa de Saravia. El gordo para mí es como un padre, un hermano mayor. Luego de charlar un rato me dijo: “Hacé de cuenta que sos un Chalchalero”. Para mí fue una emoción tremenda que el que fundó los Chalchaleros me estuviera diciendo semejante cosa. Parecía un sueño.

-¿Así arrancó su historia con Los Chalchaleros?
-¿Vos sabés que cuando entré a Los Chalcha ni siquiera me puse a ensayar? Tenía que ir a Salta a hacerme un traje porque el mío lo había vendido en Caracas con el bombo. Yo no quería cantar más. Me iba tan mal económicamente que quería hacer otra cosa. Por eso entré al Banco Nación. Pero del encuentro con Saravia nació esto. Él le comentó a los demás que yo me quedaba en el conjunto. El gordo me dio dinero para irme a Metán a buscar un traje y a que traiga mi bombo. Y debuté en Mar del Plata el 4 de enero del año 1966.

-¿Pudo ensayar finalmente?
-¡Nunca ensayé nada! El gordo me decía “¿Ensayar? Si estamos todo el día cantando. Es cansador ensayar”. Me dieron las letras y yo sentado en la butaca iba siguiendo la música con la letra en la mano. Así pasó, así me quedé a vivir en Buenos Aires. Ese fue mi comienzo y fue extremadamente lindo y emocionante.

-¿Cómo definiría su etapa de Chalchalero?
-Como lo más grande que pasó en mi vida. Tengo una familia, cuatro hijos, y eso es importantísimo y es muy lindo pero todo eso lo hice porque estaba en Los Chalchaleros. Conocí a la madre de mis hijos aquí en Mar del Plata. Y la verdad es que desde que entré a los Chalchaleros viví de emoción en emoción.

-¿Cómo vivió el final del grupo?
-Fue muy triste. El gordo Juan Carlos tenía problemas de salud. El había dicho que cuando le costara subir al escenario iba a dejar de cantar. Con Facundo, que es el hijo, armamos la despedida. Recorrimos todos los lugares por los que fuimos cantando durante tantos años de carrera: América, Europa, nuestro país íntegro… En Buenos Aires hicimos 26 funciones en el Coliseo a sala llena. La gente nos quería, sentimos el afecto y el cariño de la gente. Cada vez que subía al escenario pensaba: “una menos. Y se va a terminar”. Personalmente me dolió el alma que termine porque fue una etapa de la vida muy linda.

-Pese al final del grupo usted siguió cantando.
-Sí, pero mirá lo que pasó: me fui a la casa de Saravia y le conté que quería cantar solo. “Pero por supuesto. Metele vos, buscate un guitarrero”, me dijo, con esos términos bien del norte. Así empecé a cantar solo. Después encontré un compañero que cantaba lindo también y me acompañó. Y después de eso tuve un tiempo muy corto con Figueroa, uno de mis compañeros de Los Chalcha. Ahora, como dice la canción, “de nuevo estoy de vuelta”. Es hermoso el hecho de entregarse a la gente. La verdad es que soy un tipo muy feliz. Cada vez que vamos a un lugar recibo todo afecto y cariño. Y eso es muy gratificante.

-¿Cómo surge el encuentro con Barboza?
-Los Chalchaleros, con Ariel Ramírez, recorrimos en un momento el país con un espectáculo que se llamaba “Ahí está el folclore”. En ese momento lo conocí a Raulito, que era un changuito joven que venía de Corrientes y que tocaba el acordeón como nadie. Nos hicimos muy amigos con él y con toda la gente. Jugábamos al truco, y estábamos siempre juntos. En ese momento nació este poquito que vamos a compartir con ustedes.

-¿Y cómo planificaron “Si de Folclore se trata… Un homenaje a nuestra música popular”?
-Tengo una amiga en Francia y una hija en España. Cuando viajé a conocer París estuve en la casa de Raúl y hablamos muchísimo de música. Recordamos todos esos momentos que pasamos juntos. Hace poco le dije un día a mi hijo mayor: “llamalo a Raúl”. Yo había leído en un periódico que venía a la Argentina. Nos contactamos con él y quedó feliz de que hagamos esto juntos, un poquito él, un poquito yo, y un poquito los dos.

-¿Qué va a encontrar el público en el espectáculo?
-Va a haber de todo. Raúl es un gran maestro, así que estoy feliz. A la gente que le gusta la música nativa va a disfrutar este espectáculo. Voy a cantar canciones muy lindas. Estamos preparando temas que la gente conoce y con Raúl también vamos a hacer canciones para que la gente disfrute. El me acompaña con su acordeón, y yo con el bombito hago lo que puedo. Vamos a pasarlo lindo. Estoy seguro porque ya me pasó, no una vez sino varias, que la gente disfruta mucho de la música. Y a nosotros, los que hacemos música, eso nos hace mucho bien.

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