A pesar de la prohibición hubo mucha pirotecnia sonora durante la Nochebuena

La Nochebuena en San José de Metán no fue el remanso de paz que muchos esperaban. Aunque desde el municipio y diversas organizaciones sociales se trabajó durante semanas bajo el lema "Más luces, menos ruido", el cielo metanense y, sobre todo, sus calles, volvieron a ser testigos de un uso desmedido de pirotecnia de alto impacto sonoro. Las detonaciones comenzaron de manera aislada durante la tarde, pero alcanzaron su punto crítico hacia la medianoche, evidenciando una falta de empatía generalizada y un escaso control sobre la comercialización de estos productos.

Es fundamental recordar que en Metán rige una ordenanza municipal que prohíbe estrictamente la venta y el uso de pirotecnia sonora. Esta normativa busca transformar la cultura del festejo hacia opciones lumínicas que no infrinjan dolor en terceros. Sin embargo, el estruendo percibido en diversos barrios de la ciudad dejó en claro que todavía existe un mercado informal activo y, lo que es más preocupante, una resistencia ciudadana a abandonar prácticas que resultan dañinas para la convivencia social.

Las consecuencias de este incumplimiento son severas, especialmente para los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Para ellos, el ruido de un petardo no es un simple sonido festivo; debido a la hipersensibilidad auditiva, estas explosiones se perciben como una agresión física incontrolable. Las crisis de llanto, los episodios de ansiedad extrema y la desorganización sensorial que sufren estos niños transforman lo que debería ser una cena familiar en una situación de angustia y encierro, donde muchas familias deben refugiarse en las habitaciones más aisladas de sus hogares.

Por otro lado, el impacto en los animales volvió a quedar de manifiesto con decenas de reportes de mascotas extraviadas o heridas. Los perros y gatos poseen una capacidad auditiva muy superior a la humana, lo que provoca que las explosiones les generen ataques de pánico, taquicardia y desorientación. En su intento desesperado por huir del ruido, muchos animales escapan de sus casas, terminando víctimas de accidentes viales o perdiéndose definitivamente, sumando dolor a las familias que ven sufrir a sus compañeros de vida.

Ante este panorama, las autoridades locales y las organizaciones civiles enfrentan el desafío de endurecer los controles de cara a las celebraciones de Año Nuevo. La libertad de festejar termina donde comienza el sufrimiento del otro; una premisa que, lamentablemente, este 25 de diciembre quedó en deuda en la Ciudad de la Miel.